Viaje a través de unos escritos -10 y 11-

Iniciación a la náutica 

Pasaban las horas y el Lanzarote seguía su rumbo, adentrándose en el Atlántico, con la proa apuntando al oeste. El señor Tomás se había empeñado en que los jóvenes aprendieran muchas cosas de los barcos, sobre todo lo referente al vocabulario particular de los navegantes. Por eso, cuando los vio aburridos en un rincón de una de las cubiertas, les dijo:

 - Vamos a empezar las clases de náutica.
 - No sabemos dónde está Sebas – contestó Fede. 
- No importa – repuso el señor Tomás –, comenzaremos sin él. Bajaron a la sala de mando, cuyas paredes estaban repletas de láminas y cuadros de buques diversos, cartas de navegación, gráficos y objetos de decoración propios de los buques: un timón, un cuadro con nudos marineros y una escafandra de buzo. Además, en lugar prominente, se veía un cuadro enmarcando una foto antigua de un marino ya anciano.
- Primero, -comenzó el contramaestre- las partes principales de un buque, que son: proa, la delantera; popa, la posterior; estribor, el costado derecho, y babor, el otro costado. ¿Habéis entendido? El señor Tomás explicaba todas estas cosas señalando con un lápiz el gráfico de un navío. 
 **** 
Para Sebas el tiempo se había detenido. Estaba tan ensimismado con la lectura de la novela que su mente vagaba en medio de la batalla, entre humo, bruma y resplandores de guerra. Seguía leyendo: 

“...Un terrible chasquido sonó bajo nuestros pies en lo profundo del sollado de proa, ya enteramente anegado. El alcázar se inclinó violentamente de un lado y fue preciso que nos agarráramos fuertemente a la base de un molinete para no caer al agua. El piso nos faltaba; el último resto del “Rayo” iba a ser tragado por las olas...” 

“...Marcial se dejó caer en la cubierta y luego dijo: - Ya no hay esperanza, Gabrielillo. Ni ellos querrán volver, ni la mar les dejaría si lo intentaran. Puesto que Dios lo quiere, aquí hemos de morir los dos. Por mí nada me importa: soy un viejo y no sirvo para maldita la cosa... Pero tú..., tú eres un niño, y... 

...No pudo hablar más. Yo me agarré fuertemente al cuerpo de Mediohombre. Un violento golpe de mar sacudió la proa del navío y sentí el azote del agua sobre mi espalda. Cerré los ojos y pensé en Dios. En el mismo instante perdí toda sensación y no supe lo que ocurrió.” 

“...Volvió, no sé cuándo, a iluminar turbiamente mi espíritu la noción de la vida; sentí un frío intensísimo, y sólo este accidente me dio a conocer la propia existencia, pues ningún recuerdo de lo pasado conservaba mi mente ni podía hacerme cargo de mi nueva situación. Cuando mis ideas se fueron aclarando y se desvanecía el letargo de mis sentidos, me encontré tendido en la playa. Algunos hombres estaban en derredor mío, observándome con interés. Lo primero que oí fue: “¡Pobrecito..., ya vuelve en sí! 

…Diéronme a beber no sé qué; me llevaron a una casa cercana, y allí, junto al fuego y cuidado por una vieja, recobré la salud, aunque no las fuerzas. Entonces me dijeron que habiendo salido otra balandra a reconocer los restos del “Rayo”, y los de un navío francés que corrió igual suerte, me encontraron junto a Marcial, y pudieron salvarme la vida. Mi compañero de agonía estaba muerto...” 

La tragedia de Trafalgar 

Sebas seguía con su lectura de Trafalgar, escrita por Benito Pérez Galdós. Es una novela que forma, junto a otras, los llamados Episodios Nacionales, que narran momentos históricos de seis largos años de guerra contra Napoleón, durante la Guerra de la Independencia, desde la sublevación en Madrid en 1808. 

En ésta se narra la batalla de Trafalgar, en la que españoles y franceses lucharon contra Inglaterra. Se detuvo en estos párrafos: 

“...Todavía me dan ganas de llorar cuando me acuerdo de don Dionisio Alcalá Galiano, el más valiente brigadier de la armada. Eso sí: tenía el genio fuerte y no consentía la más pequeña falta; pero su mucho rigor nos obligaba a quererle más, porque el capitán que se hace temer por severo, si a la severidad acompaña la justicia, infunde respeto, y, por último, se conquista el cariño de la gente. También puede decirse que otro más caballero y más generoso que don Dionisio Alcalá Galiano no ha nacido en el mundo. Así es que cuando quería obsequiar a sus amigos no se andaba por las ramas, y una vez en La Habana gastó 10.000 duros en cierto convite que dio a bordo de su buque.” 

Como le gustaban tanto las historias marineras, a Sebas ya se veía encarnando aquel personaje tan importante de nuestra historia naval. Continuó leyendo: 

“...Le contaré a usted lo que pasó en el “Bahama”. Desde que empezó la batalla, don Dionisio Alcalá Galiano sabía que la íbamos a perder, porque aquella maldita virada en redondo... Nosotros estábamos en la reserva y nos quedamos a la cola. Nelson, que no era ningún rana, vio nuestra línea, y dijo: “Pues si la corto por dos puntos distintos y les cojo entre dos fuegos, no se me escapa ni tanto así del navío”. Así lo hizo el maldito, y como nuestra línea era tan larga, la cabeza no podía ir en auxilio de la cola. Nos derrotó por partes, atacándonos en dos fuertes columnas dispuestas a modo de cuña, que es, según dicen, el modo de combatir que usaba el capitán moro Alejandro Magno, y que hoy dicen usa también Napoleón. Lo cierto es que nos envolvió y nos fue rematando barco a barco de tal modo que no podíamos ayudarnos unos a otros, y cada navío se veía obligado a combatir con tres o cuatro.”

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